Domar la pelota es un arte en este terreno polvoriento y rocoso donde caerse es sinónimo de herida. Aun así, los 'meninos' del Palmeiras de Brasil juegan a fondo motivados con rescatar un estilo futbolístico que para muchos está en peligro de extinción: el 'jogo bonito'.

El entrenador Renan Tavares silba y el medio centenar de jugadores de la categoría sub-12 del equipo paulista se reúne en la mitad de una cancha rústica escondida entre casas y edificios del barrio Vila Palmeiras, en el noroeste de Sao Paulo.

El entrenamiento de esta semana en el potrero, peladero o "terrão", tres de las varias denominaciones sudamericanas para campos de fútbol improvisados y de mala calidad, simula las semifinales y finales de la Copa Libertadores de América.

Los juveniles se animan con ganar el "trofeo", pero todos saben que la razón de estar allí, en un rectángulo de tierra ocre con apenas dos manchas de pasto, es otra.

"El gran objetivo general es rescatar la pedagogía de la calle, el fútbol de calle, a través de estímulos en los cuales ellos van a tener libertad para jugar, para poder desarrollar conceptos individuales sin la presión del entrenamiento", explica Tavares.

Desde hace seis años que los canteranos de la sub-10 a la sub-14 del Palmeiras, ganador de las últimas dos ediciones de la Libertadores con su equipo principal de mayores, visitan peladeros en favelas y barrios del área metropolitana de Sao Paulo. Allí también, en ocasiones, se foguean con equipos de las comunidades.

- "Aquí no muere" -

Con esa iniciativa, Palmeiras pretende potenciar la habilidad de sus futuros futbolistas al emular formaciones similares a las que tuvieron grandes leyendas del balompié, que suelen atribuir parte de su picardía y talento al aprendizaje barrial. 

Son patrimonio del fútbol las imágenes de Diego Maradona esquivando rivales en potreros de Buenos Aires o los relatos de las pelotas hechas con medias y papel periódico con las que Pelé jugaba en su natal Três Corações.

Tres veces campeón del mundo (1958, 1962 y 1970), 'O Rei' ha llamado la atención por el retroceso progresivo del fútbol que se preocupa por encantar, en medio de la creciente presión por ganar a toda costa.

Otras figuras han alertado sobre la "robotización" del deporte más popular debido a que muchos jóvenes aprenden fútbol en academias y no en el barrio, como la vieja escuela. 

"Aquí (el 'jogo bonito') no muere, aquí se regatea bastante, nos gusta regatear. Si juegas bien aquí, juegas bien en el campo", dice David Lima, un mediocampista zurdo de 12 años y a quien todos llaman Chicourel.

Los niños que dirige Tavares, un exfutbolista de futsal de 45 años, juegan en el "terrão' una vez por semana. 

Las otras dos prácticas, en las que profundizan en cuestiones tácticas, las realizan en los impecables campos verdes de la sede de entrenamientos del 'Verdão' en Guarulhos, a las afueras de Sao Paulo. 

"Vemos a los chicos del Palmeiras con más confianza para driblar, con más agresividad en el pie, buscando rescatar ese fútbol bonito que tiene regate, gambeta", destaca el DT. 

"Esa confianza de poder gambetear de una forma diferente, de regatear dentro del área sin miedo a perder la bola se puede reflejar más adelante en sus carreras", agrega.

- Pies en el suelo -

En el terreno de Vila Palmeiras los piques de los 'meninos' levantan polvo, los pantalones de los porteros se maltratan tras una atajada y no es raro que algún jugador abandone momentáneamente el cotejo para consolarse por un raspón. 

Y un perro de pelaje marrón que irrumpió durante el calentamiento atemorizó a más de uno con sus jugueteos bruscos.

Guilherme Galilan, un puntero y lateral derecho de 11 años, disfruta de jugar en ese tipo de campos pese a que los huecos, las piedras y los constantes saltos del balón dificultan el desarrollo de los partidos.

"En el césped no paramos de entrenar, siempre evolucionamos y ganamos chances. Es mucho mejor para jugar. En cambio, quien empieza en el 'terrão' no tiene tantas oportunidades", afirma.

Además de pulir la técnica y mantener con vida el estilo futbolístico insignia de Brasil, la iniciativa también busca concienciar a las futuras joyas del Palmeiras.

"Los llevamos a una realidad en la que surgieron una gran mayoría de jugadores del fútbol brasileño", sostiene Tavares. "Nuestros juveniles hoy son muy conscientes, con los pies en el suelo, de la diversidad que hay en el fútbol".