Originario de un pequeño pueblo en la región senegalesa de Casamance, lanzado en Europa por el FC Metz francés, Sadio Mané (de 30 años) se ha convertido en uno de los más grandes futbolistas de su generación en el Liverpool, con el que intentará el sábado ganar una segunda Liga de Campeones frente al Real Madrid.

Hijo de un imán de su pueblo natal de Bambali, Mané, cuando era solo un adolescente, huyó para probar suerte en Dakar. Devuelto unos días después a su pueblo, acabó regresando a la capital de Senegal unos meses más tarde.

"En el pueblo vas a acabar siendo agricultor, no hay otro trabajo a hacer. Mi sueño de niño era escribir la historia y ganar todos los trofeos", declara el delantero, que jugaba a veces con pomelos, al no tener balón, según el documental de Rakuten TV "Sadio Mané: made in Senegal".

Allí, cuando era adolescente, fue descubierto por miembros de Génération Foot, un club patrocinado por el FC Metz, al que llegó en 2009.

- Llegada en pleno invierno -

"Hacía cosas excepcionales, era generoso y tenía actitud positiva. Su técnica y su capacidad para eliminar rivales eran sus puntos fuertes y era evidente que tenía que fichar por el Metz. Por tanto, propuse al club hacerle venir", rememora a la AFP Olivier Perrin, exdirector del centro de formación del club de la región francesa de Lorena y ahora director de operaciones de Génération Foot.

Mané llegó a Metz en pleno invierno, el 4 de enero de 2011. "Lo primero que me sorprendió fue el viento", recuerda el futbolista senegalés en ese documental.

Los inicios fueron complicados para el joven jugador, que escondió una lesión por temor a ser devuelto a Senegal.

"No metía el pie ante un rival, no mostraba lo que sabía hacer y yo no sabía la razón. Pensaba que era el frío, pero en realidad era una pubalgia. Cuando lo descubrimos, se operó y después pasó pronto a la plantilla profesional y se quedó", explica Olivier Perrin.

Mané solo se quedaría un año y medio en Metz, entonces en Ligue 2, que tuvo que dejarle partir al final de la temporada 2011/2012 tras el descenso a National (Tercera división).

"El club necesitaba dinero para ascender, por tanto fue vendido por 4,1 millones de euros (4,4 millones de dólares) al Salzburgo (Austria) y su compatriota Kalidou Koulibaly (defensa central ahora en el Nápoles) por 2,5 millones de euros (2,7 millones de dólares) al Genk (Bélgica)", recuerda Perrin.

El delantero continuó su progresión en Austria: "Era un chico muy bueno técnicamente, pero al que le gustaba más el espectáculo que la eficacia. En Salzburgo, tuvo un técnico (Roger Schmidt) que le ayudó a mejorar en la definición", afirma Perrin.

Pero el formador del Metz, no dudaba que su protegido se convertiría en uno de los mejores jugadores del mundo.

- El Balón de Oro, su "objetivo absoluto" -

"No se sabe nunca si un jugador podrá llegar al más alto nivel, ya que es humano ante todo y no se sabe nunca cómo va a evolucionar", estima Perrin. "Por ejemplo, en Metz no tenía ningún juego de cabeza", añade.

¿Cómo explicar entonces que haya llegado a la cima y que forme parte de los candidatos a ganar el Balón de Oro en octubre, tras haber sido campeón de África con Senegal en febrero? 

"Está en perpetua búsqueda de mejora. Si no ha estado bien, visionará su partido para ver cómo puede mejorar. Tiene la capacidad de cuestionarse y eso no lo tiene todo el mundo", señala el formador. "Como Cristiano Ronaldo o Messi, no deja nada al azar, ya sea en su vida cotidiana de trabajo, de alimentación, en cuanto a descanso o para prepararse incluso cuando está de vacaciones", añade.

El sábado en Saint-Denis, Mané volverá a Francia, el país que le permitió lanzar su carrera. El senegalés disputará allí su tercera final de Liga de Campeones, tras una derrota en 2018 frente al Real Madrid, y un triunfo en 2019 contra el Tottenham.

"¿Mi objetivo absoluto?, el Balón de Oro. En la vida hay que soñar, lo que está permitido a todos", afirma el extremo, a menudo colocado en punta esta temporada.

No hay duda de que la eventual consecución del título de Champions, el sábado en Saint-Denis, diez años después de su marcha de Metz, acercaría al senegalés a su sueño.